lunes, 14 de julio de 2014

Los duendes del Rafal de Planicia

Por Misterios de las Baleares

El Rafa de Planícia es una posesión del término mallorquín de Banyalbufar. Una posesión (possessió en mallorquín) es como se denomina a las grandes casas de campo con una amplia extensión de terreno que se usaban para cultivo o cría de ganado, siendo el equivalente mallorquín del cortijo andaluz, el casería vasco o la masía catalana.

La zona de Planícia, representa un total de 400 hectáreas. Es una geografía con mucho misterio ancestral, aunque se centra propiamente en dos lugares vecinos. El primero es el Rafal de Planícia. Como su nombre indica, era un rafal o casa de campo con terreno no demasiado grande que dependía de las casas de Planícia. Hasta el siglo XX formó parte de la misma finca, tiene cases de “senyor i d’amos”, así como una torre de defensa de planta cuadrada.

En la torre tuvo lugar un extraño suceso que quedó reflejado en la Miscelánea Pascual bajo el nombre de “Duendes del rafal de Planicia de Bañalbufar en el año 1763”, y que se puede consultar en el Archivo Histórico del Reino de Mallorca. En ese año era propietario de la finca el Marqués de Campofranco, Nicolau de Pueyo y Pueyo. Era militar y sirvió en el cuerpo de leales Guardias Españoles, participando en varias campañas del Rey en la plaza de Palma. Además de ser hombre valiente, era curioso. Escribió dos libros que en la actualidad permanecen inéditos: “Derrotero de las costas de Mallorca”, así como un diario de su expedición a Argel.

Lo sucedido en la torre del Rafal de Planícia el Marqués se lo refirió por carta a Bonaventura Serra i Ferragut; erudito, eminente botánico y pintor, discípulo de Guillem Mesquida. Fue cronista general del Reino de Mallorca y uno de los fundadores de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País. Trabajó con el Marqués de Campofranco en la clasificación de los ejemplares de su biblioteca. Eran por lo tanto dos personas ilustradas, muy de su tiempo, y por lo tanto nada supersticiosos.

En octubre de aquel año de 1763 llegaron a oídos de Pueyo “noticias de que en el Rafal de Planícia aparecían fantasmas, visiones horrorosas y que en el cuarto de la torre se oía por la noche un continuo golpeo a las puertas y cerrojos”. Sin dudarlo el Marqués se trasladó a la finca e hizo habilitar como dormitorio una estancia de la torre. Le acompañaba el cabo de guardias Guillermo Rosselló. Al parecer, durante la primera noche no ocurrió nada, pero sí en la segunda.

Según relata el Marqués en una carta cuya trascripción se conserva en el archivo del Reino de Mallorca, que “habiéndome acostado, el criado cerró la puerta del cuarto llevándose la llave. Empecé a gozar de un dulce sueño que fue interrumpido por un confuso alboroto, siendo inexplicable su sonido”. El Marqués se levantó extrañado y sintió un escalofrío cuando “empecé a sentir dentro de la habitación frecuencia de pasos, llamar con suavidad a la puerta del cuarto, correspondiéndose con golpes sobre la arquilla. Esto iba acompañado de un grande murmullo en la parte exterior del cuarto”. El Marqués no se arredró y exclamó: “¿Quién está ahí?”. En lugar de respuesta comenzó a escuchar un sonido terrorífico: los golpes de un cuerpo pesado, cargado de grilletes, que caía, peldaño a peldaño, por la escalera de caracol. En medio de la oscuridad, sintió como algo le arrebataba la bata que llevaba al hombro, y para hacer más horrorosa la situación “la puerta del cuarto empezó a ser impelida con violencia, percibiéndose claro la resistencia que hacía al impulso que le daban pues el hierro de la cerradura frotaba contra la pared. Hasta que un furioso golpe hizo correrla”.

La puerta se abrió de par en par con inusitada violencia. El Marqués, impresionado, avanzó hacia la puerta “con los brazos abiertos por si con algo tropezaba” mientras seguían sonando los golpes y estrépitos por la escalera de caracol. Se asomó sin percibir nada más que los ecos por el hueco y volvió bien espeluznado a su aposento. Intentando olvidar el incidente cerró de nuevo el cerrojo y se metió en la cama. Pero entonces “comenzó a correrse el cerrojo de la escalerita con tanta frecuencia y priesa que no es decible. Creció en esto mi cuidado y mucho más al pronunciar una voz varonil: “¡Ay, Jesús!, ¡Ay, Jesús!” sin poderse conocer de dónde nacía pues seguro que con lo que tardaba en arribar al oído hacía creer que de paraje profundo”.

El Marqués percibió claramente cómo “allí mismo se articulaba el eco más lamentable que espero oír, sentía el triste ronquido del pecho y al decir de las palabras el melancólico suspiro y horroroso llanto con que las acompañaba”. En ese instante cesó la tétrica lamentación y volvieron los golpes en la escalera, con fuertes empujones de la puerta. El cerrojo amenazó de nuevo con descorrerse solo. El Marqués esperó un rato y llamó al cabo Rosselló. “Por dos veces abrió el cabo la puerta del caracol y del cuarto reconociendo sus inmediaciones. Volvióse sin hallar nada, cerró la puerta y prosiguió el mismo ruido”.

Otras personas esa noche tuvieron experiencias similares. Pueyo escribe: “Díjome Rosselló haber despertado con un temor (sin saber a qué atribuirlo) increíble, y luego oyó abrir el cerrojo de mi cuarto, que es el que corresponde a la escalerita que sube al suyo. A esto siguieron los saltos y los pasos, y vio agarrar su manojo de plumas y frotar con fuerza una mesa, sillas y bancos, y por último dirigirse a su cama, haciendo lo mismo con los pilares, revoloteando delante de él imperceptibles objetos y durando hasta que bajó a estar conmigo”.

“A todo lo referido se añade que el hombre que cuida el rafal, habiéndose quedado aquella noche fuera, y restituyéndose una hora antes de amanecer, oyó gritar de nuestros cuartos: “¿Qué hacéis, no traéis luz?” y que Pedro Ripoll vio desde el mar bajar una gran luz que de la torre se dirigía a Banyalbufar, cuando es cierto que nadie habló ni se movió en toda la noche”.

Nicolau Pueyo firmó esta carta el 27 de noviembre de aquel mismo año de 1763 en el propio rafal. Tras esta noche, parece ser que los extraños sucesos no se repitieron, o al menos no hay constancia de ellos. El mismo se justifica de referir suceso tan extraño: “Perdone usted si he sido difuso, pues las circunstancias del suceso me han precisado a tan larga narración”. Luego le dice a Bonaventura Serra: “No dudo que el juicio de usted, como capaz y acertado, hará una crítica que espero me comunique”. La carta se conserva gracias a su transcripción en la Miscelánea de Bover de 1861.

Estos sucesos se conocieron por toda la comarca, y la torre del Rafal de Planícia recibió el nombre de Torre de ses Ànimes. Sin embargo, la gente acabó llamando así a la Talaia des Verger –que nos encontramos al borde de la carretera al poco de salir de Banyalbufar, camino de Estellencs– cuando la verdadera torre encantada era la del Rafal. Esto da que pensar, ya que si la Talaia des Verger recibe el nombre de ses Ànimes por error, ¿qué pasa con todas las leyendas sobre fantasmas y almas en pena que la rodean?, historias que aún en día se siguen produciendo, ya que no son pocos los que dicen que allí suceden fenómenos extraños. Tal vez sea así, y en verdad algo extraño rodee a la torre des Verger, pero también podría ser un ejemplo del componente sociológico que acompaña a este tipo de historias y fenómenos, y que toda la fenomenología que le rodea sea consecuencia de esta confusión, a la que se sumaría cierta dosis de sugestión, o tal vez que estas historias se difundiesen de forma premeditada por algún motivo para evitar que nadie se acercase a la torre, por ejemplo para facilitar las labores de contrabando. Evidentemente son meras conjeturas, habría que hacer un profundo estudio sobre esta cuestión para determinar los motivos reales para determinar porque la torre de ses Ànimes des Verger mantiene todavía esa imagen de torre encantada.

Otra historia que se cuenta por Banyalbufar es sa por del Rafal, aunque no he podido aclarar es si estos hechos tenían lugar también en es Rafal de Planici, o en otra finca llamada Es Rafal. La “por” (miedo) es como se refieren en Mallorca cuando una casa está encantada. Según contaban la por des Rafal estaba por todas partes, yendo por todas las habitaciones de la casa, excepto por delante de la capilla. Nadie la había visto nunca, salvo unos niños que el día de difuntos fueron a comer almezas, pudieron ver a un hombre en un balcón con una barba muy larga y que fumaba con una pipa muy grande. Por la noche se oían ruidos como si se rompiesen platos y ollas, pero a la mañana siguiente todo estaba intacto. Nadie quería dormir en aquella casa por nada del mundo.

Un capellán muy atrevido dijo que dormiría allí, quedándose esa noche en la casa. Cuando se acostó dejó el libro de rezar encima de una silla que estaba cerca de la cama. Aún no se había dormido cuando notó que cogían el breviario. Encendió una cerilla y no vio a nadie y el libro estaba tal como lo había dejado. Al cabo de un instante volvió a oír ruido y preguntó “¿Quién toca el libro?” a lo que una voz respondió “yo tengo el libro”. Enseguida encendió una cerilla pero no vio a nadie y el libro se encontraba allí mismo. Al día siguiente afirmó que no volvería dormir allí nunca más.

En otra ocasión, un caballero muy valiente durmió en el mismo lugar, dejando su  espada en la cabecera de la cama. Durante la noche oyó ruido de cadenas, se levantó de la cama, cogió la espada y empezó a dar espadazos por todas partes. Al día siguiente, cuando se levantó sólo encontró las marcas de los espadazos por las paredes y por las sillas.

De nuevo, en otra ocasión, un joven fue a dormir a la misma habitación, y cuando estuvo acostado notó que corrían la cama, la cual tenía ruedas, y él, soltando una gran carcajada, dijo: “toma, coja ésta”. La cama no se movió nunca más y la por desapareció.

BIBLIOGRAFÍA

  1. GARRIDO, C. “Mallorca Mágica”. José J. de Olañeta, Editor. Colección La Foradada. Palma de Mallorca. 2000.
  2. GARRIDO, C. “Fantasmas públicos”. La Almudaina, suplemento del Diario de Mallorca. Nº 364, domingo, 20 de abril de 2008.
  3. SALVADOR, A. L. “Rondaies de Mallorca”. José J. de Olañeta, Editor. Colección La Foradada. Palma de Mallorca. 1996. (versión en castellano “Cuentos de Mallorca”, misma editorial y colección. Año de publicación 2001)




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