domingo, 17 de abril de 2011

La Orden del Temple y el reino de Mallorca


Por Josep Maria Osma Bosch

¿Quiénes fueron esos monjes-guerreros?. ¿Cuál fue su modus operandi durante sus casi dos siglos de existencia?. ¿Por qué siempre han sido tema de estudio e interés tanto para profesionales como aficionados a la Historia haciendo verter sobre ellos ríos de tinta y una incipiente y mal documentada filmografía?. ¿Continúa existiendo la Orden en el siglo XXI?. ¿Qué relación tuvieron los templarios con el Reino de Mallorca?

Según nos relata Jacques de Vitry, obispo de Acre en una de sus crónicas, corría el año de 1118 cuando un reducido grupo de nueve caballeros galos y flamencos amigos, gratos y enviados de Dios, capitaneados por Hugues de Payns, conde Champagne, y bajo la dirección espiritual de del abad Bertrand de Fontainnes-les-Dijon de Clairvaux, se presentaron en Yerushalaym (Jerusalén) delante de su rey, Balduino II y del patriarca de ese reino latino, ofreciéndoles sus servicios de cobertura de seguridad y protección a los peregrinos que iban por los caminos de Jaffa y Ramleh y que finalizaban en Jerusalén donde oraban delante de los Santos Lugares, vías que estaban infectadas ladrones y facinerosos que desvalijaban a los viajeros procedentes de muchos lugares del mundo. El soberano les concedió para su noble y piadosa función, dándoles asentamiento en las cuadras de su regia residencia, el Templo de Beit ha- Mik dash ( Salomón), cercano a la mezquita de Al-Aqsâ (La Roca); de esa inicial instalación les origina el apelativo de sus primeros tiempos: Orden de los Comilitones del Templo de Salomón, y más tarde, simplemente, Orden del Temple. Pero, los verdaderos motivos, según nos relatan dos cronistas de la época, como el citado anteriormente obispo de Vitry Guillaume de Tiro, era hallar tres elementos de gran poder: el Santo Grial, la copa de la sabiduría; la Arca de la Alianza ( Arón Habrit) y las Tablas de la Ley ( Lujot Abrit).

La Orden es oficializada en el año 1129, siendo el propio Bertrand de Clairvaux quien les redactada un reglamento especifico similar al benedictino compuesto por 72 artículos seccionados en una docena de capítulos e imponiéndoles tres votos esenciales: castidad, obediencia y pobreza. Ese reglamento interno fue aprobado en el Concilio de Troyes por el papa Honorio II. Once años después, otro papa, Inocencio III, suscribe la bula Omne Datum Optium por la cual concede a los templarios varios privilegios y el tutelaje directo de la Santa Sede. En el 1145, el papa Eugenio III les otorga como emblema particular una cruz paté roja sobre hábito blanco que sea signo triunfante y que jamás den la espalda a ningún infiel, y usar el lema con el cual serían siempre identificados: Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam (No para nosotros, Señor, no para nosotros, sino para la gloria de tu nombre). Como estandarte adoptaron el beauseant, compuesto de los colores blanco y negro sobreponiendo en su centro la cruz ochavada roja.

A igual que todas las instituciones y estamentos, la Orden del Temple tuvo días de luces y de sombras. Fue en el año 1138 cuando recibió su bautismo de guerra y no con muy buenos resultados, ya que en esa primera batalla, librada en Taqoa contra los otomanos, murieron muchos templarios siendo el resto hechos prisioneros. En el 1244 fue la pérdida de La Forbie, sucumbieron en la lucha más de trescientos efectivos; en el 1291 se perdió la plaza de San Juan de Acre, hecho que hizo a la Orden abandonar Tierra Santa. Pero, también nuestros templarios se cubrieron de gloria en infinidades de ocasiones, por ejemplo, salvando los territorios de Ultramar de las salvaciones sarracenas, morir heroicamente seis de sus grandes maestres en el campo de batalla, rescatar de su cautiverio al rey Louis VIII de Francia en el año 1148, y la gran victoria en el 1177 sobre el sultán egipcio Salah ad-Dîn Yusuf al-nyyobi ( Saladino).

París, 18 de marzo de 1314, Jacques de Molay, último gran maestre del Temple y otros treinta y seis subordinados suyos, tras haber sufrido un largo e ilegal proceso judicial iniciado el 14 de octubre de dos años antes, y haber visto disolver la Orden mediante la bula Vox Clamantis y desposeídos de su enorme patrimonio con otra bula, Ad Providam Christi Vicarii, las dos firmadas por el papa Clemente V, títere y vasallo del rey Felipe IV el Bello, de Francia, son condenados por herejes, blasfemos, sodomitas, simoníacos, herméticos, ocultistas, traidores, apostatas, idolatras, libertinos, relapsos, sinárquicos... Siendo ajusticiados en unas hogueras levantadas en una diminuta isla del río Senna, frente a la catedral de Notre-Dame. Era el crepúsculo de la cofradía templaria y el génesis de su leyenda iniciatica, caballeresca y religiosa que perdura hasta el día de hoy.

Casi a finales del siglo pasado, es decir, el XX, un informe elaborado por el Vaticano sacó a la luz pública una relación de más de medio millar de organizaciones que se auto proclamaban herederas de la Orden del Temple, y la mayoría de las, por no decir su totalidad, con ostentación de nombres y reglas rimbombantes como sacadas de un best seller literario, y con sus dirigentes acaparándose a la vez títulos nobiliarios y estudios docentes del más alto nivel y nutriéndose económicamente de la ilusa persona que a cambio de entregarles un notable montante monetario recibía un ajuar de vestimentas, emblemas, condecoraciones y armas blancas e invitándole a rituales iniciaticos propios de una producción del séptimo arte; todo lo contrario de la frase que dijo Abraham Lincoln: “ Si quieres ganar un adepto para tu causa, convéncelo primero que eres su amigo sincero”. Pero, no todas hay que catalogarlas por el mismo rasero, ya que algunas se dedican dar a conocer por diversos medios de comunicación, bien sean en prensa, Internet, publicaciones gráficas, conferencias sobre la historia de aquellos Soldados de Cristo que siempre combatieron en vanguardia e inferioridad frente al enemigo en muchos campos de batalla y fueron fieles a sus idearios. De todas formas, esas nuevas organizaciones “templarias”, están lejos de la realidad de aquella Orden de caballería con doble función religiosa y militar más emblemática, poderosa, marcial, valerosa, enigmática y espiritual de todas las fundadas en todos los tiempos de la era cristiana.

Veamos acto seguido, y para concluir este artículo, la relación que tuvo la Orden del Temple con nuestro reino de Mallorca. Después de una cruenta campaña bélica, saldada por innumerables bajas entre invasores e invadidos, el 31 de diciembre de 1229, el ejército feudal cristiano entra victorioso en Madîna Mayûrqa. En el mes de abril siguiente, el rey Jaume I de Aragón, ya titulado Rex Majoricarum, dispuso el reparto del botín obtenido entre todos los participantes de aquella “cruzada”. La Orden del Temple, tutora del soberano en su adolescencia, obtuvo en ese partición infinidad de prebendas y bienes en las actuales localidades de Esporles, Porreres, Caimari, S´Aranjassa, Inca, Sóller, Pollença, Montuïri, Randa, Catellitx de la Pau y en Escorca, donde fundador el Santuario de Lluc, centro espiritual de Mallorca. En Ciutat, la capital del nuevo reino, les tocó la Almudaina de Gumâra, antigua fortaleza árabe y puerta de muralla llamada Bâb al- Gumâra (actual calle del Temple), en ese lugar establecieron la primera encomienda templaria mallorquina; también obtuvieron el puerto cercano de Almonetir (Es Portitxol), 365 inmuebles, medio centenar de talleres artesanales, más de medio millar de caballerías, huertos, molinos, hornos...y por último destacar la localidad de Pollença, sin ninguna clase de dudas el territorio templario más importante de Mallorca, donde ejercieron la administración de la justicia civil , criminal y eclesiástica teniendo incluso la potestad del cumplimiento de las penas de muerte en el montículo conocido en esa época como El Puig de Ses Forques o dels Templers, hoy llamado el Calvari además contaban con su estratégico puerto de mar.

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